domingo, enero 27, 2013

"EL LIBRE COMERCIO, EUROPA Y LA PATRIA GRANDE", por Gallego Fernández



Todos los países que han alcanzado enormes desarrollos, lo hicieron protegiendo sus industrias y el poder adquisitivo de sus trabajadores; esto no indica que se aislaron del mundo, todo lo contrario, se articulan al mercado mundial con una estrategia de complementariedad, que acelere el desarrollo endógeno.
Celebramos, la actitud y declaraciones de nuestra presidenta, al plantear, que un acuerdo con la UE, solamente es posible en la medida que no afecte nuestro crecimiento, considerando las premisas emergentes de la crisis y las asimetrías existentes entre ambos bloques.
En este marco, un tratado de libre comercio con la UE, es totalmente inviable o de un alcance absolutamente restringido, donde el título del mismo no pasaría de un acuerdo comercial de intercambio. La manifestación de Merkel, “Nadie puede pensar que la mejor manera de superar la crisis es el proteccionismo”; señala sin ambigüedades, que la pretensión de Europa, es volcar productos manufacturados sobre nuestras economías.
Las ventajas competitivas de nuestra América frente a la UE, se centran en el sector primario y en salarios que apenas alcanzan un tercio del poder adquisitivo que poseen los trabajadores europeos. En el sector primario el universo se restringe al universo extractivo minero y energético y algunos productos del sector agrario. Hay que tener presente que la UE, alcanzó el autoabastecimiento hacia fines de los noventa, de su sector agrícola con altísimas productividades a partir del desarrollo de su sector industrial y la consiguiente aplicación tecnológica sobre el sector; donde los únicos productos competitivos son aquellos de explotación extensiva de la tierra y de condiciones ambientales.
Los salarios que pueden observarse como ventaja competitiva, conjuntamente con los recursos energéticos para el sector manufacturero de nuestra América, merece un análisis por separado. Si el objetivo político es la integración de America Latina y el Caribe, desde un marco de desarrollo que mejore las calidades de vida de nuestros pueblos, utilizar el salario como ventaja comparativa, es debilitar el consumo interno y colocarle un corset sobre el poder adquisitivo al sector de trabajadores, que produce para el mercado europeo; donde esta asimetría, presionará los salarios a la baja en Europa; por lo que, los únicos beneficiados por esta ventaja comparativa o asimetría serán las grandes corporaciones.
Por otra parte los recursos no renovables, sobre los que tenemos ventajas comparativas, (minería, petróleo); si se destinan a una manufactura exportadora, se limita su uso, para la potencialidad que posee nuestra América, en satisfacer la enorme cantidad de consumos postergados que alcanza a 500 millones de habitantes. El intercambio se realiza entre sujetos privados, que son corporaciones, donde el flujo de capitales, que generan los saldos exportables, está en estrategias globales, que no garantizan la formación de Capital en nuestra estructura económica.
Cuando se analiza, las ventajas comparativas de la UE, sobre la estructura económica de América Latina, vemos que las mismas se centran sobre el sector manufacturero y de transportes. En el primero por aplicaciones tecnológicas con productividades altísimas y el segundo, (resultado del primero), que va desde el desplazamiento de cargas internos, con sistemas multimodales de transporte, altamente competitivos, hasta los desplazamientos marítimos.
En estas condiciones, los bienes manufacturados, que se producen en ambos bloques, además de la asimetría en salarios ya mencionada, existe la del párrafo anterior y la ventaja para la UE, que todo el flujo comercial, se realizaría con su sistema naviero. Esto implicaría destrozar el incipiente proceso de industrialización y el potencial de aplicaciones tecnológicas que posee nuestra América; como también renunciar a desarrollos autónomos de la manufactura que hoy no producimos.
En un mundo multipolar, abrir las fronteras a la circulación de bienes y capitales, entre dos bloques con las asimetrías señaladas, es un suicidio; la complementariedad con la UE en términos de máquinas-herramientas que pueden aportar, a cambio de recursos naturales; tenemos en China, Rusia o India a un menor costo, con transferencias tecnológicas y con mayores posibilidades de agregación de trabajo sobre nuestros saldos exportables.
La naturaleza de la crisis en la UE, deviene de su proceso de integración, donde el sistema monetario no refleja las productividades de cada formación nacional y una acumulación de capital en las economías más dinámicas, que no se puede reproducir de manera ampliada con una renta constante, en la economía real.
Esto debiera servir como experiencia para la integración de nuestra América, donde no sólo tenemos actuar como bloque para articularnos al mercado mundial a través de multinacionales, sino que se requiere asumir el desafío de desplegar en cada formación nacional una estructura económica que satisfaga los consumos y calidades de vida de nuestros pueblos, a partir de ello se puede generar la unificación de políticas fiscales, aduaneras y la moneda propia; y no al revés como lo hizo la UE. En ello se debe tener presente que Argentina, Brasil y México, complementados, poseen el absoluto manejo de la frontera tecnológica existente.
La otra cuestión, no menor, es la política internacional de saqueo que viene desplegando este bloque sobre medio oriente y África; las presiones que hoy ejercen sobre la soberanía Iraní y su alineación irrestricta a la elite del poder, que controla la rotación de capital desde Wall Street. Este saqueo, se amplía a la territorialidad establecida en el proyecto de la Nueva Constitución de la UE, reconociendo los territorios bajo dominio de los estados integrantes, como territorio de la UE, por consiguiente incorporando la islas Malvinas, como parte de su territorio y con reclamos antárticos y dominio de nuestro mar continental.
Es imprescindible, que el dialogo con la UE, y sus pretensiones de libre comercio, se incorporen a los debates políticos en nuestros pueblos, y desde ellos se construya el suficiente consenso, para que expresiones como las de Merkel, pongan en evidencia, que no representa a los pueblos de europa, sino a las multinacionales y el sistema financiero internacional.
En el camino los miembros del bloque europeo no pierden oportunidad de cerrar acuerdos bilaterales con gobiernos cipayos como el de Piñeira o Santos; en este sentido la unión política de Latinoamérica debe ser un tema de urgente incorporación en la agenda de integración, y el debate de nuestros pueblos, de lo contrario la integración siempre estará condicionada por buenos negocios de las corporaciones; desde una integración política, se diseñan los instrumentos financieros, monetarios, de defensa y desarrollo de nuestra América, imposibles de alcanzarlos en un marco de integración económica. 

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