viernes, junio 24, 2011

El mejor voto Cuando se trata de elecciones y de voto popular, recurrentemente aparecen conceptos prejuiciosos acerca del “voto inteligente”, “voto interesado”, “voto comprado”, “clientelismo”, “oportunismo” y otras calificaciones. Prejuicios e ignorancia. Por Silvia Torres

Se manifestó en las redes sociales y, a no dudarlo, será un tema recurrente en un año electoral que culminará en octubre con las elecciones nacionales, el reverdecer de arraigados prejuicios, que se refiere a la calidad del voto popular.
El diálogo cibernético que disparó este texto, decía lo siguiente: Primera persona (Pp): -“Este domingo todos a votar!!! Si queremos hacer una diferencia, comencemos todos por ejercer nuestros derechos. Nada cambia si no nos ponemos en acción”. Otra persona (Sp), agregó: -“El voto ‘inteligente’ debe primar… Los docentes, policías activos o pasivos a VOTAR, participación y compromiso con nuestros ideales dejando de lado el oportunismo”. Pp: “Lamento comunicarte que el voto inteligente no existe, se vota con las funciones psíquicas básicas: no es ajedrez. No hay lógica, se vota por hambre, ambición, ilusión, porque es ‘lindo’, porque las encuestas dan ganador y no quiero perder, es mi pariente, me da de comer hoy, me dio laburo, etc. (…)”. Sp: “Conclusión… no tenemos educación cívica… Que siga el hambre, el clientelismo y el voto al que me da más… y todo lo que venga de arriba… y de seguir así, ni educación tendremos.”
Esta transcripción muestra cabalmente una lectura sesgada de la realidad, teñida de un alto prejuicio similar al que motivó el exabrupto del ex candidato a presidente Pino Solanas, cuando afirmó que los votos que dieron el contundente triunfo de un gobernador del noroeste eran de “baja calidad”. Es decir, los pueblos mestizos que mayoritariamente pueblan esos territorios, no votan con “buena calidad” como supuestamente lo harían los pueblos blancos, descendientes de los miserables inmigrantes europeos. (Tal vez por eso, Pino decidió optar por el voto “paquete” de la CABA).
En el diálogo anterior está ausente la posibilidad de que haya gente que vote por convicciones y, si bien es cierto que todo el mundo vota por conveniencia, ésta bien puede ser una coincidencia con el modelo político que se pone en juego en una elección. Es altamente improbable que alguien vote en contra de sus conveniencias, todos eligen a quienes les han dado las mayores respuestas a sus demandas y éstas, obviamente, no son todas iguales.
Hay sectores sociales que demandan más y mejor trabajo; otros, más y mejores ganancias; otros, más y mejores salarios; otros, más oportunidades para comerciar; otros, más y mejores servicios de salud, educación, justicia y seguridad; otros, ayuda financiera para producir, crecer y desarrollarse; otros, más y mejor posibilidades de consumo y así hasta el infinito, porque el ser humano nunca alcanza el techo de la satisfacción y esas demandas son las que le permitieron a la Humanidad avanzar en todos los órdenes.
Por lo tanto, la propuesta política que cubra las expectativas de la mayor cantidad de personas es la que cosechará la mayor cantidad de adhesiones. Ahora bien, esas propuestas deben elaborarse, explicitarse y ofrecerse a la sociedad, con la mayor claridad y contundencia, para que sea aceptada por el mayor número de personas.
Con el transitar de nuestra joven democracia, el pueblo tuvo muchas alternativas electorales de allí que en el corriente año tiene por conocidos a la mayoría de los candidatos que salen al ruedo, por lo tanto, es más fácil la opción. A esto hay que agregar como altamente positivo que se avanzó y mucho, y aunque no de manera definitiva, en la democratización de la difusión de ideas y noticias mediante la Ley de medios, que quebró parcialmente las voces hegemónicas.
Quienes van por la reelección tienen una acción de gobierno que debe ser ratificada o no por el electorado. En tanto que los que se proponen para ejercer las mayores magistraturas por primera vez deben competir con ideas, proyectos, modelos de país y de provincia y con la calidad de su tarea en el ejercicio de haber sido opositores.
Lo que es una responsabilidad común, del gobierno y la oposición, es desmantelar la cultura discriminadora, elitista y prejuiciosa que se instaló a partir de aquella “civilización y barbarie” del genocida Sarmiento y que todavía pervive sin descaro, en la expresión crispada y brutal de muchos opositores.
Porque los argentinos y los misioneros mayoritariamente han puesto en claro que todos los ciudadanos son iguales, como igual es el valor de la expresión ciudadana a través del sufragio. Igual y, además, soberano.

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