Cuando Néstor Kirchner asumió como presidente de la Nación, el pueblo argentino se hallaba sumergido en el pantano de una economía privatizada, excluyente, y el papel del Estado estaba reducido a mero espectador del sufrimiento popular.
En aquel momento, prácticamente en soledad, la protesta política se canalizaba a través de las organizaciones y movimientos sociales, expresión genuina de la resistencia al entramado político de sectores clasistas, despreocupados por la condena a la que se sometía a millones de argentinos que vivían en la miseria y, como consecuencia necesaria, con desesperanza sobre el inmediato futuro de sus vidas.
Sin embargo, cuando Néstor Kirchner sostuvo que no había llegado a la presidencia para dejar sus convicciones en la puerta de la Casa Rosada, nació un cambio ideológico, crítico del modelo de exclusión de las mayorías, hasta ese momento imperante.
En paralelo, todas aquellas fuerzas sociales, espontáneas, cuyo signo primario era la protesta callejera, los piquetes, etcétera, comprendieron la necesidad de transformarse en una fuerza organizada y consecuente expresión genuina de un proceso democrático.
Este paso trascendental se concretó –Luis D’Elía mediante– al instalar una visión ideológica diferenciada de las estructuras tradicionales del peronismo: así nació MILES.
Pero lo cierto es que MILES, por lo menos hoy, como manifestación política de la fuerza del pueblo, resistido y, más, negado, como protagonista político.
La respuesta es una sola: MILES ha asumido claramente una postura definitiva, su objetivo fundamental es la liberación nacional, causa y concausa de la liberación del pueblo.
Aquella premisa de liberación o dependencia es parte de un proceso histórico aún inconcluso, consecuentemente ligado a sectores económicos y sociales propagadores de los beneficios de la dependencia, sin amor al país y absoluto desprecio por el pueblo.
Así se explica la resistencia a la fuerza transformadora del MILES, y al mismo tiempo la tergiversación del pensamiento de Luis D’Elía, cuando este expresa sus análisis sobre la realidad nacional, mediante el sometimiento a un mero reduccionismo. Esto es, implantar la idea de que Luis D’Elía y por lo tanto quienes integramos el MILES somos antisemitas.
En esta idiotez mayúscula reside la raíz del problema y se oculta el verdadero debate: la ultraderecha israelí es funcional al imperialismo estadounidense y no sólo en Medio Oriente.
Entonces no estamos en una discusión religiosa, por el contrario. Traemos al debate cómo el imperialismo utiliza a Israel en pro de sus intereses regionales, y disfraza ese objetivo bajo la forma de un supuesto antisemitismo, desviando de esa manera el eje principal de la cuestión.
Pero también en el plano de nuestra realidad nacional se aplica una regla parecida: Luis D’Elía y MILES son los piqueteros de antaño, sin derecho a representación política por esa única razón.
La verdad es otra. Se teme al pueblo organizado, se tiembla frente al reclamo popular y se niega que MILES pueda transformarse en un movimiento de liberación nacional.
Así se explica la decisión de la Junta Electoral de la provincia de Buenos Aires de proscribir a MILES del proceso electoral de octubre. No hay error o formalidad incumplida, hay deliberación política en las razones de la proscripción y lo sabemos.
No importa, porque como dijo el General Perón, “cuando los pueblos se cansan hacen tronar el escarmiento”, y tenemos claro que las masas tienen absolutamente en claro cómo pensamos, aunque hoy no seamos reconocidos por lo que somos, un partido político definitivamente al servicio del pueblo de los intereses nacionales.
Y es por esa razón que apoyamos incondicionalmente la candidatura a presidente de Cristina Fernández de Kirchner, continuadora del proceso nacional y popular que iniciara en 2003 Néstor Kirchner. <
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