El frío, Macri, la gestión, Néstor y Cristina. Una versión inquietante:
El frío agudo y la llovizna dañina sirvieron como marco a la opacidad mostrada por el gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires a la hora de afrontar un ciclo que debería mostrar logros y desafíos a futuro, tras un tiempo prudencial de gestión.
Por estas horas la Legislatura y la Justicia tienen en sus manos el devenir del ex candidato nacional advenido en pequeño intendente citadino. Tienen en sus manos la continuidad de su carrera política aunque también su perspectiva de libertad física.
En estas líneas, lector, nos interesa acomodar el espejo retrovisor y pensar lo acaecido, para luego volver a atisbar el horizonte. Venga y fíjese con nosotros.
Cuando el kirchnerismo desestructuró una eventual alianza entre lo que podría identificarse muy en general como las huestes de Filmus y las de Telerman, surgió en el corazón de los porteños -lo tienen, pese a las versiones- la convicción profunda de la victoria macrista.
Así ocurrió. Explicativamente, cada "banda" tenía su decir: que Telerman encarnaba cierto conservadurismo (como si Al berto Fernández hubiera abrazado a Tirofijo antes de zambullirse en el gobierno), que Filmus era un socialdemócrata tibio (como si Heller fuera un peronista de la primera hora). Argumentos, apenas.
Pero en ese tramo surgió una mirada más honda (la creimos y la analizamos en su momento) que se adentraba en las curvas del cerebro K y permitía inferir que la división se había sugerido con el objetivo expreso de lograr, efectivamente, el triunfo de Mauricio.
¿Corruptela, negocios compartidos? No: una apuesta política. Permitir al liberalismo gobernar la ciudad más rica y poderosa del país, a ver cómo le iba. Confiar en la sempiterna incapacidad de los conservadores y antiperonistas para administrar algo, y destruir así la posibilidad de una potente candidatura presidencial de derecha.
Según la idea en cuestión, Néstor y Cristina estaban convencidos de la debacle de Macri si se lo ponía frente a una labor que superara el tono de una empresa ensambladora subsidiada. A lo largo de décadas este espacio empresarial argentino (incluido Franco, papá) vivió y creció sin invertir un peso en el desarrollo nacional. ¿Porqué habría de hacerlo en función ejecutiva?
(La estolidez indigna de Michetti, la subejecución cerebral del duhaldis ta Rodríguez Larreta, entre otros, brindaron un entorno adecuado a la mirada kirchneriana, que estaría hoy cosechando en parte el éxito de su audacia.)
Y si la versión no fuera cierta, los resultados serían los mismos. Aunque como el orden de los factores si altera el producto, resultaría diferente la evaluación acerca de la capacidad orientadora de los máximos referentes del peronismo en la actualidad, al frente del gobierno argentino y de la Unasur, nada menos.
Con este panorama, tan distinto de la estelaridad observada durante la pugna con las entidades agropecua rias, cuando Macri, Carrió, Cobos, entre otros, arrasaban ante la opinión pública de pantalla, cabe evaluar las otras puertas abiertas.
El radicalismo, el socialismo, la centro izquierda, el justicialismo disidente, entre otros, tienen una tarea ímproba a la hora de elaborar opciones con miras al 2011. En estas páginas, algo endurecidas por el vidrio de la pantalla pero páginas al fin para un periodista gráfico, abordaremos en números venideros la realidad de esos espacios.
GF/ Director La Señal Medios
El frío agudo y la llovizna dañina sirvieron como marco a la opacidad mostrada por el gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires a la hora de afrontar un ciclo que debería mostrar logros y desafíos a futuro, tras un tiempo prudencial de gestión.
Por estas horas la Legislatura y la Justicia tienen en sus manos el devenir del ex candidato nacional advenido en pequeño intendente citadino. Tienen en sus manos la continuidad de su carrera política aunque también su perspectiva de libertad física.
En estas líneas, lector, nos interesa acomodar el espejo retrovisor y pensar lo acaecido, para luego volver a atisbar el horizonte. Venga y fíjese con nosotros.
Cuando el kirchnerismo desestructuró una eventual alianza entre lo que podría identificarse muy en general como las huestes de Filmus y las de Telerman, surgió en el corazón de los porteños -lo tienen, pese a las versiones- la convicción profunda de la victoria macrista.
Así ocurrió. Explicativamente, cada "banda" tenía su decir: que Telerman encarnaba cierto conservadurismo (como si Al berto Fernández hubiera abrazado a Tirofijo antes de zambullirse en el gobierno), que Filmus era un socialdemócrata tibio (como si Heller fuera un peronista de la primera hora). Argumentos, apenas.
Pero en ese tramo surgió una mirada más honda (la creimos y la analizamos en su momento) que se adentraba en las curvas del cerebro K y permitía inferir que la división se había sugerido con el objetivo expreso de lograr, efectivamente, el triunfo de Mauricio.
¿Corruptela, negocios compartidos? No: una apuesta política. Permitir al liberalismo gobernar la ciudad más rica y poderosa del país, a ver cómo le iba. Confiar en la sempiterna incapacidad de los conservadores y antiperonistas para administrar algo, y destruir así la posibilidad de una potente candidatura presidencial de derecha.
Según la idea en cuestión, Néstor y Cristina estaban convencidos de la debacle de Macri si se lo ponía frente a una labor que superara el tono de una empresa ensambladora subsidiada. A lo largo de décadas este espacio empresarial argentino (incluido Franco, papá) vivió y creció sin invertir un peso en el desarrollo nacional. ¿Porqué habría de hacerlo en función ejecutiva?
(La estolidez indigna de Michetti, la subejecución cerebral del duhaldis ta Rodríguez Larreta, entre otros, brindaron un entorno adecuado a la mirada kirchneriana, que estaría hoy cosechando en parte el éxito de su audacia.)
Y si la versión no fuera cierta, los resultados serían los mismos. Aunque como el orden de los factores si altera el producto, resultaría diferente la evaluación acerca de la capacidad orientadora de los máximos referentes del peronismo en la actualidad, al frente del gobierno argentino y de la Unasur, nada menos.
Con este panorama, tan distinto de la estelaridad observada durante la pugna con las entidades agropecua rias, cuando Macri, Carrió, Cobos, entre otros, arrasaban ante la opinión pública de pantalla, cabe evaluar las otras puertas abiertas.
El radicalismo, el socialismo, la centro izquierda, el justicialismo disidente, entre otros, tienen una tarea ímproba a la hora de elaborar opciones con miras al 2011. En estas páginas, algo endurecidas por el vidrio de la pantalla pero páginas al fin para un periodista gráfico, abordaremos en números venideros la realidad de esos espacios.
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Gabriel Fernández
Gabriel Fernández
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