lunes, junio 21, 2010

EL CAMINO HACIA LA LIBERTAD RECIEN COMIENZA, POR FANTE LOPEZ FORESI///


Por Dante López Foresi

No existe Poder sobre el planeta al cual le simpatice la prensa libre. Ni tampoco existe prensa libre donde no hay periodistas filosóficamente libres y dispuestos a perder su trabajo por convicciones. El debate sobre la Ley de Servicios Audiovisuales dejó clara y nítidamente expuestas las sistemáticas y planificadas mentiras de aquellos “comunicadores” que asumieron posiciones en defensa de las empresas que les pagan y no en favor de una ley mejor.

También fue evidente la gravedad que significa la censura previa privada, de la cual fuimos víctimas todos los argentinos durante décadas, ya que los medios privados son los más consumidos desde siempre. Luego de observar las posiciones crispantes, tanto como la actitud soberbia adjudicada al gobierno, que asumieron los profesionales visibles de TN, La Nación, Clarín, Canal 26 o Canal 13, sólo para citar algunos ejemplos, pudimos comprobar hasta qué punto la “libertad de prensa” que proclamaban esas mismas voces no eran más que una quimera.

A muchos de ellos los entendemos, pero jamás los justificaremos. No nos preocupan los discursos de los dirigentes políticos opositores, pues sólo se dedicaron a jugar su juego, intentando horadar el poder el oficialismo, aprovechando los minutos y ríos de tinta que los monopolios les regalaron. Pero desde empresas supuestamente “periodísticas”, se encararon campañas abiertas e inéditamente agresivas contra un proyecto de ley de la democracia, se entrelazaban las publicidades engañosas y tendenciosas (cosas incompatibles con la ecuanimidad imprescindible en cualquier profesional serio y bien intencionado), con periodistas que “funcionaban” abiertamente como dirigentes opositores, reemplazando a la dirigencia política no oficialista y hasta “retando” públicamente a los legisladores que apoyaron el proyecto de Ley.

Los verdaderos dirigentes opositores asumieron gustosos el papel de “alfombras” al cual los sometieron los jefes de redacción mientras los oficialistas aceptaban ingenua y torpemente las invitaciones de esos mismos periodistas, para justificar así su supuesta ecuanimidad. Todo muy lamentable ante los ojos y el buen criterio de la sociedad.

Ahora, llegó el momento de poner las cosas en su sitio. La oposición política no periodística (aunque extremadamente mediática) debe volver a ocupar su espacio imprescindible en cualquier democracia moderna, aportando ideas para el pueblo y no títulos para las redacciones. Tales dirigentes, la mayoría electos por la gente para ocupar cargos públicos, delegaron sus propias funciones en periodistas de dudosa formación intelectual y pésima dicción.

Los medios de comunicación –en tanto- y al amparo del nuevo marco legal, deben construir un nuevo mapa de medios donde la concentración no sea insoportable (ver el actual en página 7). Debemos apuntalar, y no sólo desde el Estado o las empresas privadas sino desde nuestro propio paradigma para entender la comunicación social, las radios, diarios, periódicos, canales y cualquier medio de difusión barrial, imponiendo a nuestros representantes la agenda de prioridades desde bien abajo, y no desde las oficinas de las corporaciones mediáticas.

Cada uno de nosotros debe hacer carne que la libertad no es una concesión que gentilmente nos brinda el poder de turno o las empresas privadas, sino un derecho personalísimo que no debemos permitir nunca más que se nos arrebate. En cuanto a los periodistas, mientras la libertad anide en almas nobles y con convicciones, nadie podrá imponerles una obediencia debida que los convierta en seres indignos, como se mostraron y firmaron casi todos los profesionales que militaron activamente desde los medios contra la Ley. Cuando impera la dignidad, siempre existe la posibilidad de renunciar cuando las órdenes impartidas se dan de bruces con nuestras convicciones. No hace falta una cláusula de conciencia que me obligue a ser digno. También se trata de una cualidad personalísima. Debemos suponer, entonces, que los aludidos periodistas actuaron convencidos de sus posiciones, o bien fueron indignos y, en el mejor de los casos, torpemente evidentes.

Ya tenemos la Ley que muchos quisimos. Es perfectible, pero impide claramente la concentración de medios en pocas manos. También sabemos quien es quien. Ya conocemos los rostros desenmascarados de quiénes consideran que los intereses económicos de quienes les pagan son valores superiores a la libertad de información de todos. Ahora, no seamos ingenuos suponiendo que una Ley nos permitirá mágicamente ser libres. Seamos cada uno de nosotros, y hablo de todos, vigías celosos del cumplimiento y la concreción del real espíritu de la Ley de Servicios Audiovisuales. Justamente por lo dicho al principio: quienes ejercen o ambicionan poder político o económico jamás simpatizarán no ya con la prensa libre, sino con las almas libres y con convicciones. La comunicación debe construirse desde abajo. Crecer desde el pie, como decía el extrañado Alfredo Zitarrosa. Y la libertad, debe nacer desde adentro de cada uno de nosotros. Como los presos, que soportan años de encierro liberándose desde su interior.
La sociedad argentina estuvo literalmente presa de una concentración mediática permitida por los poderes institucionales de turno. Nunca más deleguemos la responsabilidad de ser libres y debidamente informados en quienes hicieron del Poder su razón de existir. Llámense Néstor, Eduardo, Carlos, Mauricio, Francisco…o Ernestina y Bartolomé. Los argentinos queremos que nos gobierne la política y no los supra poderes. Y los periodistas exigimos que no nos condicionen desde el Estado, pero tampoco desde empresas privadas.

Desde EL VIGÍA, queremos agradecer a la Coalición para una Radiodifusión Democrática por haber creído que una utopía era posible. También a la Presidente de la Nación por haberle dado carácter institucional a esta utopía, enviando el proyecto al Congreso Nacional. A los políticos que votaron en contra porque querían una ley mejor y por convicción, también nuestra gratitud. Pero a los que desde la política y el periodismo sirvieron intereses espurios, sepan que habemos muchos que aprendimos a no olvidar. Y que la lucha por una sociedad verdaderamente libre, recién comienza. Y desde abajo.

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