Gracias amigo Brocha

Fer Casas


Si hay algo que tal vez pueda definir la postura ética de una persona, es su capacidad de reconocer la realidad o asumir un error.
La derrota suele muchas veces descubrirnos grandezas.
No es el caso de los grandes perdedores de estas últimas elecciones.
Con el mismo tono psiquiátrico, tremebundo y trágico de siempre, Lilita sentencia:
"Soy la causa de la derrota".
A simple vista parece impactante, una autocrítica despiadada y sin anestesia.
Pero no. Lo hizo demasiado tarde. Cuando empiezan a bajar las aguas de la tormenta que tuvo que afrontar, sin apoyo y sin paraguas, Adrián Pérez.
Parecía esas empresas que cuando uno va a realizar un reclamo, lo atiende un gerente que suele ser una piba veinteañera ,con buenas piernas y ropa ajustada o un muchacho correcto y formal como conductor de noticiero.
Y uno se da cuenta, que lo mandaron a poner la cara, que hay una persona explicando lo que tendría que decir otra.
 En una breve pasada por los canales de televisión, se encuentra más de lo mismo.
Mariano Grondona, que viene anunciando desde hace por lo menos más de dos años la muerte del kirchnerismo, en vez de reconocer un análisis político equivocado, sigue preguntándose a sí mismo:
¿Dónde está el error, que aún con la muerte de Néstor Kirchner, éstos no mueren nunca?
Lo mismo se pregunta Duhalde, Pino y supongo que Cleto, que empieza a parecer un perrito perdido a quien para hacerle un favor, vamos a tener que hacerle una fotopia y pegarla en los negocios de nuestro barrio.
Las autocríticas siempre van por ahí.
Todos se preguntan en qué se equivocaron, pero nadie se pregunta en qué habrá acertado Cristina. Si fuese un partido de fútbol reconocerían el fracaso con el famoso" perdimos nosotros", pero ni se les ocurriría pensar " nos ganaron porque sin duda jugaron mejor y metieron más goles".
Por otro lado, empieza a aparecer otro derrotado para prestarle atención:
El poder mediático.
Los medios ya no son tan poderosos como antes.
Siguen teniendo un fuerte impacto, sin duda.
Pero la información en una sola dirección, es más difícil de sostener.
Aparecen las redes sociales y en el mundo ciberespacial, se dispersan a toda velocidad,  pensamientos y miradas diferentes  haciendo que puedan escucharse muchas más voces en la riqueza de su diversidad.
Entonces empieza a ser inútil emitir durante semanas la corrupción de Schoklender o la operación sobre Zaffaroni, porque ya el poder mediático, no tiene tanta eficacia para fijar agenda, como tanto le gusta jactarse a Mariano Grondona.
Y esa es una buena señal.
Una hermosa manera de oxigenar la democracia.
Un aire que hará que la la voz de la mayoría del pueblo se exprese cada vez con mayor claridad hasta convertirse en viento, en una poderosa ráfaga que aún los intolerantes no podrán dejar de respirar.