viernes, agosto 27, 2010

"LA ESTRATEGIA DE LA ILUSIÓN", un artículo de Jorge Rachid //////


 
                                               CARPANI- “DESAPARECIDOS”


                  
“La verdad nos hará libres” General San Martín                         
                                        

Usando el título del excelente libro del profesor de la Universidad de Bologna,  Umberto Eco, el semiólogo mas importante contemporáneo, autor de otros textos memorables como “Apocalípticos e integrados” además de sus novelas como “En nombre de la rosa” o “El péndulo de Focault”, se puede aproximar la mirada sobre la comunicación actual en la Argentina y sus avatares en búsqueda de transparentar la dolorosa historia reciente de nuestro país.

Cuando a un pueblo como el nuestro que ha vivido durante años la dictadura, con los ojos vendados, la palabra prohibida, los silencios de los cementerios, le llega el tiempo de aproximarse al barullo por momentos vociferante de la verdad, suele ser difícil. Hay momentos en los pueblos, donde la pérdida de las libertades se convierten en una cultura, una verdadera colonización, la cultura del oprimido, de este tema se ocupó sin dudas de manera magistral el siquiatra argelino Franz Fanon en su libro “Los condenados de la tierra”. Aún los presos de muchos años de pérdida de libertad, suelen sentir profundo temor a abandonar aquello que fue parte de su vida, segura, estable aunque prisionera, para volver a enfrentar la realidad de lo cotidiano, de la lucha por la vida. Sino no tendría explicación que por años no pudimos escuchar a la Negra Sosa, a Fito Páez, ni comprar libros de Sartre, Perón, Marx, o acceder a pensadores contemporáneos por decisión de quienes decían defender las formas de vida de los argentinos, tutelando nuestra libertad y condicionando nuestro pensamiento.

Algo de eso nos está pasando a los argentinos, nos conmovemos cuando se levantan las alfombras de la historia y aparecen los verdaderos personajes, escondidos bajo el manto supuestamente piadoso del olvido, nunca se puede reemplazar la verdad y la justicia, en la conciencia colectiva del pueblo. La sorpresa sólo está asociada a la hipocresía transcurrida por años, donde estigmatizar la dictadura era cuestión de militares que a la vuelta de la historia, mas allá de su acervo criminal y genocida, fueron brazos ejecutores de intereses concentrados, corporativos y direccionados al vaciamiento, no sólo cultural, institucional del país, sino también económico.

 Cuando no hay parlamento ni prensa libre, en las dictaduras la lucha de intereses que existe en toda comunidad, es sólo un sistema de relaciones personales con los dictadores, así se planifica y se ejecuta, “sin moros en las costas” como reza el dicho popular. El silencio, la presión y el ocultamiento es el lubricante de las operaciones financieras y económicas, después la noche, el asolar de las bandas armadas persiguiendo presas indefensas. Ese es el marco de la valentía institucional de la dictadura cívico-militar.

Así se construyó un sistema de cerco informativo sólo atravesado por pocos patriotas, también algunos periodistas extranjeros que se atrevieron a levantar su voz junto a la valentía de las Madres que con sólo rondar la Plaza de Mayo, ponían nerviosos a los “valientes combatientes de la democracia y la libertad”. Ese sólo hecho del ocultamiento  de la información sobre lo que ocurría en el país, que de haber sido publicada hubiese salvado miles de vidas, convierte a los dueños de los medios en cómplices al menos de ese proceso genocida.

No se trata de instalar una caza de brujas sobre la supervivencia necesaria de miles de trabajadores de prensa, ni de pedirles valentía de enfrentar la situación a los propietarios de medios, sólo quizás de exigirles el pudor y el recato necesario,  de callarse ante la aparición de la historia y si no fueron funcionales a la dictadura y socios, están los estrados judiciales para demostrarlo. Hoy tenemos los argentinos una Corte Suprema de Justicia que jerarquiza la democracia y la instituciones, oficialismo y oposición le tienen respeto, así que nadie debe temer a ser presentado, existiendo pruebas concretas, ante los estrados judiciales,  sólo aquellos que quieren perpetuar el latrocinio pueden negar esta verdad.

El poder siempre intenta demostrar que el relato es unívoco, como el discurso único del neoliberalismo, lo tiñe de frases grandilocuentes siempre referidas a la libertad y a la democracia, justamente la que no respetaron ni defendieron en las épocas del oscurantismo. No hicieron como los nazis de emplear mano de obra esclava, pero consiguieron en las mesas de torturas y en las mazmorras de los campos clandestinos de concentración, la apropiación de bienes de personas consideradas y discriminadas por competencia, religión o ideología. Así las Chacras de Coria en Mendoza, las empresas textiles de los Gutheim, los bienes de Papel Prensa de los Graiver, la persecución a Timerman y su encarcelamiento y tortura como al resto de los afectados por afán económico o persecución racial, bajo el amparo de la dictadura militar.

Atreverse a mirar la realidad, a sacar la basura de debajo de la alfombra siempre trae alergia, en especial a aquellos que durante años guardaron las formas, de la mano de plástico, del cóctel en la embajada, de lo políticamente correcto, como el perro que esconde sus mugres tapando con tierra sus excrementos. Fueron y son los titulares de medios que condicionaron al resto del país, se quedaron con historias gráficas de años de diarios, en el interior profundo de la Argentina, por presión, por ahogo por papel, por prepotencia, por manejo económico-financiero.

Fueron y son periodistas “serios” de medios importantes, de poses doctorales y manejos de opinólogos, los que hoy nos plantean que está en peligro la libertad de prensa, una verdadera contradicción en si misma desde el momento que lo están expresando, cuando ellos mismos, fueron redactores comunicados y bandos militares, propiciadores de mentiras sobre enfrentamientos, de justificaciones sobre muertes, persecuciones, vejaciones y del silencio de los cementerios. Otros que no quisieron, lo atestiguan, otros que tuvieron que huir perseguidos lo dicen, quienes se fueron asqueados lo ratifican.

Podrán emplear todos los medios descriptos por el genial Umberto Eco en la Estrategia de la Ilusión, pero el pueblo argentino está dispuesto a conocer la verdad, ahora nos atrevemos y existen las condiciones políticas en el país y en Latinoamérica con el UNASUR de hacerlo. Nunca es fácil la verdad, mas bien dolorosa, como cuerpo social nos sacude, como argentinos nos avergüenza, nos pone frente al espejo de lo que pudimos y no pudimos hacer, lo que hicimos y lo que aceptamos pasivamente, desnuda a los cómplices al día de hoy, paladines de los valores de la democracia y la libertad, en el travestismo infame del ocultamiento y la negación.

Con la frase del gran Artigas: “con la verdad no temo ni ofendo”, los argentinos debemos saber que no debe haber hijos ni entenados, que todos somos iguales ante la ley y la vida, que no puede haber algunos mas iguales que otros, con los mismos derechos y las mismas condiciones, sean quien sean y tengan la historia y el apellido que tengan. Si nos atrevemos a enfrentar la verdad seguramente nuestros hijos serán libres.

Un país se construye sobre la base de la verdad, ningún pueblo del mundo, ni ningún poder oculto o visible puede juzgarnos por perseguir la verdad a través de la Justicia, por la Ley emanada del Congreso y por las decisiones soberanas del Ejecutivo Nacional, esa es la única democracia que reconocemos los argentinos y es la única manera iniciar un camino de democratizar el poder, para que no sea instrumento de la ambición de nadie y está al servicio del pueblo argentino. No es fácil ya que cada vez que el camino de la emancipación y la reconstrucción del movimiento nacional se abrieron paso, las fuerzas de la reacción mataron y borraron a sangre y fuego el orden institucional por preservar sus intereses.

El pueblo argentino nunca lo hizo, el peronismo tampoco por el contrario siempre llegó al gobierno por la voluntad soberana del pueblo a través del voto popular, nunca persiguió ni asesinó a sus victimarios, que por décadas convivieron con los hombres y mujeres de bien que para nosotros es nuestro pueblo trabajador, humilde y tranquilo, no hubo venganzas personales, sólo verdad y justicia y no creo que hoy como pueblo argentino estemos en condiciones de tolerar una aventura similar a la que tiñó nuestra historia.

JORGE RACHID
C.A.B.A., 27/8/10
jorgerachid2003@yahoo.com.ar

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